28 de juny 2006

La imagen

Observo atónito la imagen. Veo como el presidente del Estado entrega con condescendencia las llaves de la gobernabilidad del gobierno autonómico al líder de la oposición con quien posó hace escasamente unos meses. Uno a uno van cayendo las piedrecillas que se mantenían aposentadas en los zapatos de ZP. Bono, Maragall..., ¿quién será el próximo?
El asunto trata de rizar el rizo. En primer lugar agotar la paciencia del electorado y sobre todo desgastar la imagen del primer Presidente de la Generalitat socialista. Desgastarlo y aislarlo de su propia gente aunque apresurándose a decir que es él mismo el que se aísla actuando siempre y primero como máxima autoridad de una institución que como presidente de un partido político. ¿La diferencia? La diferencia consiste básicamente en que cuando uno preside cualquier cosa, representa y debería de actuar en beneficio de todos los arropados bajo el manto de esa institución mientras que si actúa como presidente de una tendencia prima la defensa casi ciega del ideario político de sólo aquella parte de la sociedad que se acerca a los postulados de esa tendencia. Esta claro que el ocupar tantos cargos desencadena ciertas incompatibilidades. En segundo lugar se trata de escoger a un próximo candidato que de momento y por ahora no levanta ni siquiera la más mínima pasión y que por lo tanto condena al candidato al fracaso electoral más estrepitoso, candidato que por otra parte representa el alejamiento sutil de un catalismo nada bien digerido en el resto de las españas. Así de esta forma el enlacado pretendiente convergente ve colmadas sus ansiedades de poder reinar un principado desgastado, saqueado y agotado.
Es pues esta imagen, la de la rendición más absoluta, una curiosa metáfora de los tiempos actuales. Sólo nos queda la opción del voto para desmontar tan sofisticada artimaña. ¿La equidistancia? ¡No!, ¡por favor! Estoy harto de tanta indefinición, estoy harto de que mi voto de confianza sea retorcido y mal usado.