29 de juny 2006

El límite de los porqués

Andaba desde hace tiempo mirando el televisor esperando casi hasta medianoche para poder ver a una profesional de la comunicación. La seriedad y el rigor y, como no, la profesionalidad la convierten en algo apetecible de escuchar. Recuerdo sus entrevistas a políticos y politiquillos que en mayor y menor medida, dependiendo de su respectiva validez, adoptaban la posición de firmes ante tal personaje. En especial, recuerdo aquella entrevista que le realizo en la vereda de un río en los interiores del Brasil al obispo emérito de aquella diócesis. Uno a veces no cae en los dejes de determinadas personas hasta que los cómicos de turno convierten el deje en punto de apoyo para catapultar la comicidad.
La presentadora abusa, o no, de la formulación del "¿por qué?" en su forma interrogativa justo después del titular pertinentemente deformando para dar paso a la utilización del "¿por qué?" posterior. Uno recuerda a sus propios hijos formulándole toda una batería inagotable de "¿porqués?" ante la más banal de las situaciones que los mayores así las consideramos y ejecuta ese recuerdo de la forma más entrañable posible. Y ahora, casi convertido en ejercicio filosófico, invertimos parte de nuestro tiempo con nuestra compañía más cercana en la búsqueda del límite de los "porqués" y creo haberlo encontrado. Por muchas veces que pronunciemos "¿por qué?" justo después de la explicación de nuestro interlocutor dada por el "¿por qué?" anterior, sólo encontraremos el límite en forma de no respuesta o por un lacónico "no sé" por la ignorancia. Es decir, la ignorancia, el no conocimiento, la absurdidad, son los auténticos límites de las respuestas posibles. Muchos intentan sustituir su ignorancia con la pedantería, con el disfraz de la inmedible intelectualidad, con el poder en muchas de sus formas, pero la universalización del conocimiento cada vez más deja al descubierto a toda esa interminable lista de impostores. Así pues, propongo desde aquí, la extensión indiscriminada de la formulación de todos los "¿porqués?" imaginables. Cada respuesta obtenida a cualquiera de nuestros "¿por qué?" nos convertirá en seres menos ignorantes, y convertirá en menos ignorante a aquel que deberá forzar su seso para podernos dar, o no, una respuesta válida y coherente. Esto lo aprendí de un profesor de matemáticas que cometió el error de decirme directamente que le preguntara el porqué de todo aquello que no entendiera y que el explicaba. Desde entonces nunca más volví a tener problemas con aquella asignatura.