17 de novembre 2006

Propuestas

Hoy empieza una nueva legislatura con la constitución y la toma de posesión del acta de diputado en el Parlament de Catalunya. Atrás quedó el 1 de noviembre quedando olvidados también los 60.000 votos en blanco y los casi 2 millones de abstencionistas que no quisieron jugar a la democracia. Si bien defiendo la teoría de que la abstención es directamente proporcional a la toma de conciencia por parte del electorado de la incapacidad de aquéllos que se erigen como sus representantes, cuesta mucho, y sobre todo hablo por mí, dejar de votar ya que el gesto representa la máxima igualdad posible con cualquier otro ciudadano. Es decir, mi gesto tiene el mismo valor que el gesto de la persona más poderosa, o de la persona más rica del país o de la persona más pobre. Porque al final resulta que no votar es como decir "ya os apañareis, conmigo no contéis", y en otras palabras es dejar que los otros decidan por mí. Ahora bien la ley electoral actual resta de peso específico a todos aquellos que sin verse representados por ninguna las soluciones posibles optan por el voto blanco. Quiero decir que el voto blanco tal y como actualmente establece la ley electoral beneficia, en un principio, a las mayorías, quedando así el acto de protesta de votar en blanco como dato anecdótico y como cifra fría a la que pocos tendrán en cuenta. Con esta introducción quisiera plantear las siguientes propuestas para enmendar en lo posible este desarreglo democrático:
-Modificar la ley electoral, modificación pendiente desde hace 27 años, para que el voto de cualquier ciudadano tenga el mismo valor independientemente de la comarca en la que resida, algo que hoy por hoy no es así. Los barceloneses y los residentes en las comarcas limítrofes llevamos años perdiendo importancia específica dado que nuestro voto vale menos que el de otro catalán residente en otras comarcas.
-Listas abiertas en las diferentes candidaturas de todos los partidos políticos. Si bien es justo reconocer que no conocemos a la mayoría de los que componen estas listas sí que quizás ya es hora de que dispongamos del derecho de poder de decir a cuales no queremos que salgan elegidos. La mayoría de las veces tenemos clarísimo cuales de los candidatos son los que no nos gustan y en cambio, pensando que el partido político está muy por encima de los nombres, no tenemos la opción de poder decirle a esa organización que éste o el otro es persona non grata dentro de nuestros esquemas.
-Partiendo de la base que hoy por hoy en Catalunya pueden votar alrededor de unos 4 millones de personas había que dividir ese número entre 135 escaños cuyo resultado ofrece la cifra aproximada de 30.000 ciudadanos por diputado. Habría que articular la forma de que fuera posible la comunicación, y por lo tanto la consiguiente participación en la vida política del país del ciudadano, entre diputados y sus 30.000 ciudadanos respectivos. Las nuevas tecnologías (correo electrónico, páginas Web, blogs personales, etc.) serían buenas herramientas para que el ciudadano pusiera ponerse en contacto directo con aquél que lo representa para expresarle sus inquietudes, quejas y de esta manera hacer efectiva la máxima de que la democracia es "el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo". Se sobreentiende, claro está, que el diputado tendrá la obligación por ley de contestar a cada una de las consultas de sus conciudadanos.
-Si bien hay que reconocer que convertir el voto en obligatorio sería, tal vez, una pérdida concreta de libertad personal, sí que sería interesante empezarse a plantear algún tipo de incentivo para que hagamos efectivo ese derecho. Funcionamos así, hay que reconocerlo, sólo nos ponemos en movimiento si nos ponen al alcance terminada zanahoria Si en la última campaña electoral se ha llegado a plantear que el estudio de un tercer idioma podría ser motivo de rebaja fiscal, podría ser interesante optar por el mismo procedimiento para incentivar el voto. Mediante justificante expedido por la mesa electoral podríamos obtener una rebaja más o menos simbólica en nuestros impuestos por el hecho de ejercer nuestro derecho al voto al que muchos les cuesta entender como deber.
-Entrando en el tema de los votos en blancos habría que modificar la ley electoral también para que los escaños correspondientes al número de votos en blanco emitidos se declararon desiertos y por lo tanto quedaron vacías los escaños correspondientes a ese número de votos en blanco. Es decir si a 60.000 votos en blanco les corresponden dos escaños se trataría de dejar vacíos los mismos. Eso además de divertido sería lo justo ya que el voto blanco no es otra cosa que decir que ninguna de las opciones es válida para aquél que ejerce el voto blanco, por lo tanto, está diciendo que el valor de su voto no debe ser ocupado por ninguna de las fuerzas políticas restantes. Eso además modificaría el equilibrio de las mayorías necesarias para controlar la cámara de representantes y sería dejar en evidencia el posible divorcio entre clase política y ciudadanía. Más de un político y sobre todo más de un partido político se tiraría de los pelos al ver determinado número de escaños vacíos, por la pérdida de poder y por la pérdida de determinados ingresos económicos que por otra parte la ciudadanía se ahorraría.

No sirve de excusa pensar que tanto la abstención como el voto blanco es algo de norma generalizada en el resto de los países de larga tradición democrática. Es como optar por aquel dicho de que "mal de muchos consuelo de tontos". Ya va siendo hora de que la clase política tenga un control más directo por parte de aquéllos a los que dicen representar y sobre todo de que se esfuercen en contentar al público que decide si deben estar o no deben estar.
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