18 d’abril 2009

En el camino

Otra vez dándole vueltas a la cabeza. Mientras veía el otro día una película sobre el Camino de Santiago donde se narraba el lado más místico de esa excursión leía, algo aturdido, los subtítulos intentando no perder de reojo las imágenes de la película. No era la primera vez que me sentía rabiosamente identificado con las reflexiones y los pensamientos de los personajes de la película y me preguntaba una y otra vez y de nuevo las mismas preguntas que ellos se formulaban. Qué pena no poder tomar notas rápidas para poder capturar con un vocablo o con una frase esos pensamientos que apenas podemos memorizar. De todas, la única reflexión que logré pronunciar en voz alta fue que... "intentando llevar toda la vida una cierta normalidad de mis actos es realmente curioso las peculiaridades que conlleva hoy por hoy mi día a día". En el fondo de alguna manera los que nos consideramos "normales" pensamos o más bien soñamos que de vez en cuando nuestra vida tuviera destellos de espectacularidad u originalidad que pudiéramos memorizar con cierto orgullo. Seguramente será por culpa del cine que tanto nos bombardea con hechos y vidas espectaculares y que de alguna forma nos envenena con ese deseo algo frívolo. Y con ese pensamiento me quedo sorprendiéndome a mí mismo al ver que a estas alturas de mi vida ésta no tiene nada de "normal". Entraríamos otra vez en aquel eterno debate de lo que es normal y de lo que no lo es y sobre todo de poner en cuestión a quien determina esa peculiar "normalidad". Cada vez me doy más cuenta que aquellos que establecen las normalidades, el sentido común o la lógica, están más lejos de nuestras vulgares vidas y por lo tanto, parece ser, que lo que quieren y desean tan "privilegiadas" mentes es establecer unos estrechos márgenes en los que debemos permanecer los otros, es decir, a poder ser según ellos, la mayoría del mundo exceptuando ellos mismos. Siempre he considerado ese comportamiento como fascista, el imponer reglas de cualquier tipo para el exclusivo cumplimiento del prójimo.
La mayoría entendemos que como contrario del fascismo está la democracia y la democracia no es otra cosa que la dictadura sin contemplaciones de la mayoría así que aplicando ese criterio en mi propia persona, en mi vida, el caos más socialmente admitido y entendido me domina porque miro a un lado y hacia otro y me siento solo aunque no huérfano ya que aquella particular lista de "acompañantes" que en un momento u otro han estado a nuestro lado, en mi caso, prácticamente la mayoría se han autodescartado de nuestro tránsito en común aunque, eso sí, otros han sido despedidos por mi voluntad. Así que aplicando ese concepto democrático el malo de la película debo ser yo por abrumadora mayoría absoluta, desconociendo si existe una clase más elevada de mayoría que la absoluta. Y digo esto porque a mi lado sólo queda la incondicional quien parece sentir por mí la misma pasión que yo siento por ella, pero incluso a veces me pregunto si tal inconmensurable pasión es fruto de la escasez de cualquier otra cosa.
Siempre acabo por contestarme a mí mismo "y qué más da", porque pese a tanta imperfección, pese a tanta enfermedad, pese a tanto inconveniente siempre está ahí, a mi lado, con una sonrisa y una caricia.