13 de desembre 2008

¿Feliz qué...?

Llevo días sin hacer ningún apunte en el blog. Se acerca la Navidad y me deprime toda la hipocresía que estos días aflora sin freno. Pero hoy, después de repasar las noticias de esta semana, no me queda otra voluntad que comentar los alarmantes índices de cobardía que disimuladamente pasan por delante de nuestros ojos. No sé si el fenómeno será de alcance internacional, tampoco es que nos dejen que eso nos importe mucho, ya que con lo de aquí, con lo más cercano, ya tenemos suficiente. En este país y sobre todo gracias a sus políticos nos estamos acostumbrando y/o nos están acostumbrando a que se dediquen a la política de titular periodístico. Me explico, se pasan el día anunciando grandes medidas y grandes iniciativas que a la larga nunca dejarán de ser un grandilocuente y rimbombante titular de prensa. Da la impresión de que en lugar de gobernar están más pendientes de secretas encuestas de intención de voto y este planteamiento comporta que las ideas se vean frenadas por el temor a perder un solo voto. Esta situación conlleva que tanto las políticas de derechas como las de izquierdas cuesten de diferenciar, porque al final parece que gobiernen para un desconocido ciudadano que se debate en una mal entendida centralidad, entre el quiero y no puedo, y sobre todo en lo políticamente correcto. ¿Será una evidente falta de ideas?
Pongamos ejemplos. La Ley de la Dependencia. Debería ser delito crear falsas expectativas y sobre todo defraudar esperanzas ya que el cuarto pilar del bienestar parece que sólo se quedará en un decálogo de intenciones que morirá por falta de asignación presupuestaria. Y qué no decir de la tan anunciada modificación del Código de Familia de Catalunya que anunciaba a bombo y platillo que la custodia compartida sería el punto de partida para cualquier procedimiento de divorcio para que luego, atemorizados por ese grupo de presión feminista, mayoritariamente preocupadas por la castración masiva y la fabricación en serie de vibradores para la autocomplacencia, acaben diciendo que donde digo Diego digo luego. Podríamos acabar pensando en este curioso timo de la estampita en lo que se ha convertido el nuevo Estatuto de Autonomía de Catalunya debidamente cepillado, según el señor Alfonso Guerra, que si bien refrendado en referéndum por el pueblo sobre el cual, y según la constitución, recae el poder absoluto de la nación, parece que sólo servirá para ir arrancando hojas con tanto previsible recorte y limpiarse el culo con ellas. ¿Qué fe podemos tener cuando aquellos que nos deben administrar no son capaces de cumplir con aquello que ellos mismos promulgan? Y para postres llega la crisis, una crisis provocada por unos anónimos avariciosos que nadie parece querer identificar para que por lo menos podamos poner nombre y apellidos a una situación de la que jamás nos olvidaremos.
En fin, la verdad es que no me quedan ganas de decir Feliz Navidad.