16 de maig 2007

Dilema

Sí, menudo dilema. Llevo años pensando intentando buscar la diferencia clara entre los comportamientos de una persona que podría calificarse como mala, en el sentido más amplio y llano de la palabra, y los de aquellos que podríamos entender como enfermos. Llevemos el interrogante a un extremo pensando que el resultado final en ambos casos pudiera ser la muerte de alguien ocasionada por ese comportamiento. Con todos aquellos a quien he realizado una y otra vez esta pregunta hemos consensuado una respuesta que aunque sin ser científica ha sido en la que mejor nos hemos encontrado. La diferencia consistiría en que el enfermo no es consciente del daño que realiza ni tampoco de a quien se lo realiza, todo lo contrario de la persona que guiada por su intrínseca maldad selecciona una víctima objeto de su propia maldad y que incluso de forma consciente puede articular una estrategia o un plan para aplicar un severo castigo a su objetivo. La línea es muy sutil tanto que dudo que incluso la propia psiquiatría sea capaz de tener un marcador infalible para poder establecer esa diferencia. De hecho lo vemos en algunas películas más o menos acordes con la realidad en las que algunas veces el criminal se libera de una pena mayor alegando enajenación mental transitoria para justificar determinadas barbaridades. Otros dicen que a diario paseando por la calle nos cruzamos con un buen número de personas que en determinado momento podrán manifestarse como asesinos en potencia pero que simplemente no han tropezado con una razón que les empuje a ello. Así que la pregunta sigue rondando los exteriores de nuestra mente: ¿son enfermos o son malos?
Pero, en fin, he tomado un ejemplo extremo para intentar adornar el dilema aunque bajando de nivel sigo preguntándome las mismas cosas: ¿Está enfermo o es malo aquel que obcecado por su ira intenta infringirme sin pausa el mayor mal posible de la forma más cruel como lo puede ser su intento continuado de apartarme de la vida de mis hijos?, ¿realmente existe ese simple paso entre el amor y el odio?, ¿y el que odia compulsivamente es malo o está enfermo?
La cuestión es que sin poder contestar estas preguntas puede ser que en cualquier momento de nuestra vida nos veamos atacados por los desmanes de enfermos o malos y quiero reconocer desde aquí que el mérito de muchos es resistir estas acometidas sin caer en una presumible enfermedad o responder aplicando el mismo daño que nos provocan.