04 de juliol 2010

Un caso más

He leído este artículo y me invade la pena y también la duda. Sigue indignándome la inconcreción, la falta de un camino claro y seguro y que, sobre todo, no implique a nadie una decisión que en otros casos sería absolutamente unilateral y propia. Y ahí reside la gran parte de la trampa ya que de una forma consciente o inconsciente dejamos atrás la posibilidad de no tener que implicar a nadie más en poner fin a una situación que con pleno conocimiento se adivina como dolorosa. Y digo trampa porque siempre apuramos un poco más, siempre nos marcamos un nuevo límite de resistencia porque en realidad nadie quiere morir y sólo el sufrimiento más extremo tanto físico como mental nos hace abandonar la lucha. Se equivoca el que piense que tomar la decisión de decir "basta" es fácil, trivial, frívola, y con la supuesta gran losa intelectual de estar en contra de cualquier ordenamiento moral o religioso que generalmente nada tiene que ver con nuestras propias vidas y el devenir del tiempo. Estamos atrapados por la más mínima partícula de cariño que alguien nos tiene, por el más mínimo incentivo visual o por la más sutil de las caricias que todavía alguien se digna a darnos. Sé de lo que hablo, sé los sentidos que he perdido, los que estoy perdiendo y los que perderé e intento justificar cada momento de resistencia de toda una inacabable lista de dolores e inconveniencias porque no quiero morir todavía, pero acabo por preguntarme si no soy un cobarde por no tomar la decisión final. No lo sé, a veces pienso que la necesidad de regular la eutanasia simplemente serviría para que no pudiéramos ni siquiera pensar que los obstáculos presumibles al tomar la decisión final serían, tal vez, igual o más dolorosos que el dolor que nos empuja a decir "basta".

http://www.elpais.com/articulo/reportajes/vida/nadie/deberia/vivirla/elpepusocdmg/20100704elpdmgrep_1/Tes