04 de maig 2010

Estados alterados

Dos veces en una misma semana empieza a ser preocupante. En primer lugar el miércoles, durante el transcurso de la eliminatoria de semifinales de la Champions entre el Barça y el Inter, tuve que apagar el televisor porque el corazón me salía por la boca. Lo curioso es que a mí el fútbol siempre me provocó somnolencia, pero quizás es que por la edad me ha tocado vivir unas etapas barcelonistas donde los éxitos eran escasos hasta tal punto que, cuando raramente se producía uno, mi amigo Julio aparecía misteriosamente en la puerta de casa con su moto, sin convocatoria previa, para juntos irlo a celebrar a Canaletas. Ahora y sobre todo después del año pasado la verdad es que estamos mal acostumbrados y contábamos los partidos por victorias y las competiciones por títulos y lo del miércoles pasado nos ha costado mucho digerirlo.

Pero ahí no ha quedado la cosa. El domingo tocaba Gran Premio de motociclismo y la evidencia sólo hacía presagiar otro calvario para aquellos que nos consideramos pedrosistas después de la primera carrera de Qatar. El sábado nos despertamos del letargo con la Pole del muchacho, pero mirándole la cara mientras lo entrevistaban todo hacía suponer que aquello era sólo un bluf. Así que la sorpresa fue verlo el domingo encabezando prácticamente toda la carrera, pero apareció el insolente e impertinente niño Lorenzo, cuyo objetivo primordial es repasar a Dani, y nos amargó un poco la fiesta hasta el punto de que las cuatro últimas vueltas de la carrera no las pude ver porque me vi obligado, otra vez, a apagar el televisor. El consuelo fue ver a Dani en el segundo escalón del podio, misteriosamente sonriente, mientras que Lorenzo desencadenaba su soberbia en todos los sentidos. Es un impresentable pero es bueno en esto de ir en moto.

Tendré que hablar con alguien por esto del corazón alterado, porque al final tanta emoción me convertirá la vida en aburrida, si cada vez que se dispara tengo que acabar apagando el televisor.