06 de setembre 2008

Sí, ministro

Cada vez más el discurso de la lógica se me desmorona al ver determinadas declaraciones de nuestros políticos y en especial de alguno de nuestros ministros. Debo declararme, antes de nada, en un impenitente votante socialista desde el inicio de la democracia. Sólo infringí esa norma el día que daba la sensación de que toda España reclamaba la cabeza de todo aquello que oliera a catalán o a Catalunya marcando como chivo expiatorio al Sr. Carod Rovira. Entonces voté a la formación política que ese señor representaba con la idea de que si España no quería sentimentalmente a los catalanes tampoco valía la pena quedarse dentro de esa nación, país o estado, que cada cual escoja lo que prefiera, y por eso opté por ese guiño independentista. La edad y los hechos te hacen despertar de cualquier sueño romántico en una idea irrealizable. Está claro que nuestra democracia no lo es tanto, como algunos pretenden predicar, y nunca se le dará la oportunidad al pueblo de decir o decidir sobre una hipotética escisión de una parte del territorio que históricamente nunca se ha sentido España. Este sería un motivo para no volver a votar socialista ya que ellos también contribuyen a seguir fomentando esta desafección flagrante con el estado central. Por otra parte estaría esa especie de repulsión vomitiva que personalmente siento en alguna de las cabezas más visibles de la lista oficial socialista. Me cuesta pensar que gracias a mi voto determinados personajes, algunos auténticas voces del jurásico, pueden ocupar determinados puestos de responsabilidad e incluso un simple escaño para después largar discursos anticatalanistas que supuestamente les ofrecen determinados réditos electorales. Sólo queda la opción del voto en blanco pero que al parecer y utilizando estas fórmulas cuyo nombre no recuerdo por las cuales se rigen nuestro sistema electoral, la citada opción acaba por beneficiar a las listas más votadas, o sea, a los mismos.
Pero hoy me siento doblemente avergonzado al escuchar al ministro de trabajo asegurando con contundencia que no se contratará a ningún inmigrante más en origen. Si el sistema en sí ya es una auténtica chapuza, ya que muchos sabemos que cuando se reclaman a trabajadores de otros países con nombre y apellidos es porque de alguna “milagrosa manera" ya se conocen a estas personas de antemano. Una buena amiga me dijo una vez que este señor, al que conocía sobradamente, podía ser ministro o pertenecer a cualquier tipo de formación política ya fuera tanto de izquierdas como de derechas así que me remito a los párrafos anteriores en los que explicaba ese sobreesfuerzo a seguir votando socialista cuando veo a determinados personajes en determinados despachos. Ahora bien, yo me pregunto una y otra vez que si realmente tuviéramos un problema con la inmigración ilegal la verdad sería que no podríamos salir tranquilamente a la calle. Me explico. Si tanta inmigración ilegal no estuviera en nuestro país con un trabajo no les quedaría otro remedio que volver a su lugar de origen o dedicarse al atraco indiscriminado como una mera cuestión de supervivencia. Es decir, si no tuvieran con que comer acabarían por comernos a nosotros. De hecho no conozco ningún inmigrante en situación de carácter irregular que no tenga un trabajo y quizás el único adjetivo que les falta es el de "digno" pero esto es más bien culpa nuestra que no de ellos. Habría que seguir diciendo que la mayoría vienen aquí en busca de una vida mejor como cualquiera de nosotros también lo haría y como de hecho, a lo largo de la historia, así hemos sido, un pueblo emigrante de primer orden. Y sigo preguntándome partiendo de lo anterior que si tienen donde trabajar y tienen donde vivir ¿por qué no podemos regular de una vez por todas su situación? Reconociendo mi ignorancia por la cual formulo todas estas preguntas siempre he tenido entendido que el gobierno debería luchar por eliminar cualquier fórmula del dinero negro o cualquier forma de economía sumergida por lo que sí se regularizara a todo aquel inmigrante que tiene forma de subsistencia reconocida eliminaríamos esas dos irregularidades anteriores y a cambio aumentaríamos en un buen número los cotizantes a la seguridad social y aumentaríamos en un buen número de personas que viven y conviven con nosotros y que pagarían impuestos de la misma forma que lo hacemos nosotros. Sigo sin que nadie pueda darme una buena respuesta del porqué no podría ser esto así. Tendríamos que preguntarnos si después de echar a todos y cada uno de estos "irregulares" quien desempeñaría este o estos trabajos que de forma inexplicada hemos dejado nosotros para que los desempeñaran ellos. ¿De qué tenemos miedo?, ¿de qué nos quiten nuestro trabajo? Si no nos lo quitan ellos nos lo quitará cualquier otro vecino que esté más preparado que nosotros y eso no es culpa de la inmigración sino culpa de esta sociedad tan competitiva y tan impersonal que nosotros mismos nos hemos creado y que no da lugar a la mediocridad exceptuando la de la clase política.
Y ya que hablamos de competencia personal dejadme poner en duda la de nuestro ministro de trabajo al que de forma indirecta le he dado la posibilidad de que ocupe el cargo que ocupa y de lo cual hoy por hoy me siento avergonzado al igual de haberle dado esa posibilidad a algunos otros con responsabilidades semejantes. Parece ser que poco ha tardado en "envainarse” sus palabras aunque el globo sonda ya está lanzado y a más de uno, por desgracia, se le ha apretado el culo.
Para acabar resaltar el excelente trabajo policial de custodiar las bocas del metro barcelonés a la caza y captura del inmigrante indocumentado cuyo único delito ha consistido en despertarse a las seis de la mañana para ir a trabajar. Está claro que tanto la ciudad como el país está exento de cualquier otra problemática que necesite de tan diligente acción policial.