13 de desembre 2006

Reconozco que lo que más me cuesta es poner títulos, así que he decidido no poner ninguno. Nos despedimos con disimulada alegría de otro dictador con la pena añadida de no poderlo haber visto nunca delante de un tribunal que pudiera juzgarlo. Se va riéndose del pueblo al que traicionó, asesinó, torturó, sometió y robó, y riéndose del mundo entero por haber salido indemne de todas sus fechorías, pero se va. Alguien tendría que comprobar que realmente lo que está dentro de la caja es el cuerpo sin vida del dictador ya que en estos últimos años han burlado a la justicia con una mentira tras otra sobre la salud y el estado de competencia del general. Como dirían algunos, desde que tengo "uso de razón" recuerdo la oscura figura de este personaje en los medios de comunicación. Cuando cometió su golpe de Estado yo sólo tenía doce años pero pusimos el nombre de uno de sus más ilustres torturados (Víctor Jara) a una ínfima asociación de amigos que nosotros mismos creamos, como de la misma forma recuerdo a mi compañero Carles ondeando la bandera chilena en la manifestación del 11 de septiembre de 1976 por las calles de Barcelona sin que muchos pudieran entender el porqué. Estamos en ese punto de sentimiento ambivalente en el que la corrección nos obliga a lamentar la muerte de cualquier ser humano mientras que, por otro lado, nos alegra perder de vista a semejante elemento para luego entristecernos pensando que semejantes asesinos puedan permitirse el lujo de llegar hasta la edad de 91 años impunes de todos sus delitos y como dicen los analistas en una cama de hospital rodeado de los suyos, todo lo contrario que sus más de 3000 víctimas que murieron de pie o de formas inconcebibles que me resisto una y otra vez a imaginar.
Así que para ilustrar este comentario adjunto la fotografía del general rodeado de su más estrecho club de fans pero celebrando con exquisito talante el éxito de su poder, del poder que les otorgan las armas pagadas con los impuestos del pueblo al que con gran efectividad y durante 17 años sometieron. Una de las características comunes de las dictaduras no son los desajustes en su más o menos larga duración sino los desajustes, las carencias y otras anormalidades que durante años y años arrastrarán tanto el país como el pueblo sometido con sus ilegales excesos.