19 de juliol 2006

Guerra

En el mundo y en el tiempo en el que vivimos nos llenamos todos la boca con la palabra PAZ, el antónimo del título de este apunte. Nuestra historia, la de la humanidad, está repleta de continuos enfrentamientos entre diferentes espacios físicos y entre diferentes pensamientos e ideas. Parece que la historia nada nos ha enseñado para que podamos, en la medida de lo posible, evitar enfrentamientos entre nuestros congeneres, o sí, tal vez alguien sí lo aprendió. La cuestión es que sea como sea y por las causas que sean prácticamente no hemos dejado de ver nunca al mundo en guerra en cualquier parte del mundo, como ahora, que asistimos a como el tan sobado Oriente Medio bombardea ciudades y a su población civil indiscriminadamente por motivos poco convincentes de un bando y otro. Siempre he tenido la tendencia de pensar que la guerra es el fracaso total, absoluto y sin paliativos de la "clase" política que nos gobierna de forma colegiada. Al igual que las grandes empresas exige a todos sus directivos un mínimo de resultados y en las más agresivas un máximo de los mismos, deberíamos articular los mecanismos para exigir aquellos a quien designamos para nuestra propia gobernación unos mínimos resultados, unos mínimos de coherencia e inteligencia para que puedan evitar a cualquier precio caer en el recurso fácil de la utilización de la fuerza. Es fácil entender que cualquiera ante una situación de disputa por motivos de lo más absurdo recorremos a los puños o al insulto descerebrado aunque sólo sea por una mirada inoportuna o por la ocupación por parte del vecino de la plaza de aparcamiento que consideramos nuestra a toda costa. Será por ese motivo, por esa tendencia casi animal al enfrentamiento y a la pelea que atribuimos a nuestros representantes la responsabilidad de la sosegada negociación, del tan necesario entendimiento con otras partes a cambio de ciertas prebendas, incluido el poder, y a cambio de nuestro incondicional pago de impuestos que en cierto porcentaje se convierte en emolumentos que reciben directamente los bolsillos de quienes nos representan. Parece que en algunas ocasiones voluntariamente lo olvidan.
Así pues, la imagen que ilustra estas líneas no parece otra cosa que un auténtico pelotón de fusilamiento preparado a vilipendiarnos con sus incompetentes decisiones. No deja de ser la imagen un grafismo de su negación a encontrar soluciones que eviten enfrentamientos armados como los que se producen en todas las latitudes. Así que señores hagan el favor de ejercer por aquello que sus conciudadanos y vecinos les eligen, en lugar de esbozar hipócritas sonrisas que sólo hacen que nos avergoncemos de cada uno de ustedes. ¡Por favor!, hagan algo para que cese para siempre el ruido de las explosiones.

1 comentari:

Anònim ha dit...

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